Mi carpicho son los árboles.
Soy fiel visitante de las ferias donde las organizaciones dedicadas a la protección y conservación del ambiente obsequian árboles con el fin de contribuir a la reforestación de nuestra Isla. Luego, en la finca me dedico a sembrarlos y bien podría decirse que mi siembra es un conjuro acompañado de una advertencia, porque a cada árbol que siembro le digo: "quiero verte florecer". Mientras yo perpetuo la especie, el árbol me da los años para ver la florecida.
Los árboles son la justa medida del tiempo, se ajustan a la luz y a los ciclos. Nada altera sus fases y con humildad se desnudan al dejar caer sus hojas para luego revestirse de verde y multicolor cuando hay que dar vida a nuevos frutos y semillas. Observar un árbol es como vernos a nosotros mismos en el pasar de tiempo, Ahí están nuestras debilidades y nuestras tristezas pero también nuestras alegrías y cada momento bueno que nos ha regalado la vida. Si nos viésemos como árboles, jamas perderíamos la esperanza.
Mientras yo maduro con el tiempo y disfruto cada una nueva florecida de los árboles que he ido plantando, los veo mecerse al viento, doblegarse, llenarse de nidos y respirar lo que a nosotros nos hace daño para luego devolverlo en oxígeno puro. Lo digo siempre y lo repito, no siembres solo un árbol, siembra muchos por aquellos que no los sembrarán. Conócelos por sus nombres, porque simpre se quiere lo que se conoce. Hoy y siempre recuerda que cada árbol es nuestro aliento de vida.
Dedicado a Para La Naturaleza, por tantos árboles, a mis compañeros de DUNAS y especialmente a Jorge por su vigilancia perpetua, por sus ocurrencias y porque nunca dejó de sembrarnos las sonrisas.
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