Plástico

  

                                                                    Plástico             


     Hace unos días recibí por correo mi primer pedido a una famosa tienda de ropa femenina que recién cerró sus puertas en Puerto Rico.  Las tres piezas que pedí venían empacadas individualmente en bolsas plásticas.  Por suerte los materiales de que están hechas las mismas: poliéster,  rayón y spandex, permite que, una vez fuera de la bolsa, se despliegen sin arrugas.  

    Esta acción que acabo de iniciar,  de seguro será parte de mis futuras  actividades de consumo. Es la tendencia favorecida por gran parte de los consumidores.  Argumentos a favor de esta práctica se enmarcan mayormente en la comodidad, ya que los artículos están al alcance de la mano  sin salir de casa. Yo,  apenas acabo de incursionar en esta actividad impersonal que me permite tener acceso a productos a través de la pantalla.   Debo admitir que  no es mi preferencia.  

    Disfruto el trato personal y ese intercambio de comentarios que te ayuda a escoger la pieza que mejor te sienta.  La mirada del otro siempre ve cosas que uno no puede apreciar.  Agradezco ese saludo de buenos días, buenas tardes,  ese intercambio de palabras que nos hace sentir únicos: ¿ha visto nuestra última colección?,  pase al probador, si desea algo, estamos a la orden.  Luego sales con la pieza puesta, te miras en el espejo del pasillo y alguién dice: le queda perfecta, ese color le favorece.  Sonries, compras la pieza que tanto te gustó y sales con el paquete impecablemente preparado envuelto en fino papel para mantener la integridad del tejido.  Casi un fina coreografía de gentileza y humanidad.

    Comprar en línea es otra cosa.  No hay intercambio.  Solo tú y el monitor.  Miras una y otra vez el artículo, piensas e imaginas que te quedará bien, pero no has hablado con nadie.  El silencio absoluto le ha ganado la batalla al diálogo.  Sigues comprando en línea, ya dominas el proceso. La vida es agregar al carrito, comprar ahora, pagar, enviar.  Repites: agregar al carrito, comprar ahora, pagar, enviar.....

    El plástico se cuela en tu habitación, domina tu ambiente.  El único sonido que escuhas es el que hace la bolsa cuando rasgas el pegamento adherido a la envoltura.  Luego te pruebas la pieza que acaba de llegar, pero el espejo no te habla, nadie te dice: qué bien te queda!  Casi vas perdiendo vocabulario, ya no dominas el lenguaje coloquial.  Quieres estrenar  ropa, sales y regresas al recinto sagrado del comercio para encontrar que de aquellas tiendas, cines y restaurantes cuelga un enorme cartel plástico que lee:  CERRADO.  Regresas y sabes que te has quedado SOLO.


Ma. Eugenia del Rio Ferrer

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