Lo que nos queda.......




    Lo que tenemos y parte de lo que hemos perdido,  en gran parte se debe a nuestra condición colonial.  Me explico, siendo colonia de España, en el 1540 comenzaron los trabajos para fortificar y asegurar la protección a la Bahía de San Juan.  Finalmente, en el último tercio del siglo XVIII, el Morro se alzó como una imponente ciudadela capaz de proteger de los  constantes ataques de corsarios y piratas a la población civil y a los soldados.   Adentrada en la bahía, el Palacio de Santa Catalina,  hoy conocida como La Fortaleza, venía a ser otra línea de protección.    Por otra parte, los pueblos que se fundaron a lo largo y ancho de Puerto Rico se diseñaron de acuerdo a los planos y requerimientos del ejército español, siguiendo lo que se conoce como el patrón de "cuadrícula clásica". Cada edificio cumplia un fin y un propósito.    Puerto Rico, en la época de dominio español, era conocido como la puerta del imperio américano,  por lo que se explica la edificación de las murallas y el diseño de los planos de los pueblos de la isla, con el fin de contener ataques e invasiones.  

    A finales del siglo XIX,  Estados Unidos invade la Isla y el subsiguiente dominio trae nuevas imposiciones, cambios y proyectos.  A partir del 1935 y como parte del proyecto de política pública de reconstrucción para Puerto Rico, se crea el servicio forestal para requerir fondos adicionales y adquirir terrenos de bosque.  La intención con esta política fue la de proteger los recursos naturales, y sobre todo para proteger la producción de agua y conservar los suelos de las montañas que habían sufrido un gran desgaste por el uso intensivo de la agricultura, la ganadería y la producción de carbón.  Estas prácticas agrícolas intensas propiciaron que el 95% de nuestra capa forestal se perdiese. 

    En el transcurso de diez años, desde el 1930 al 40, se establece el Campamento Doña Juana, en el barrio Ala de la Piedra,  en Orocovis,  y junto con los Cuerpos Civiles de Conservación se dieron a la tarea de reforestar el área.  Jóvenes residentes y  familias campesinas que vivían en el bosque, mediante acuerdos con el Servicio Forestal Federal,  sembraron más de 5 millones de árboles.  Este lugar ha mantenido su extraordinaria belleza y es el habitat de múltiples especies anímales y vegetales. Este logro se debe en gran parte a la excelente organización de la comunidad que reside en este lugar.   En el video que les presento a continuación, pueden observar una especie endémica de Puerto Rico, el Anolis Occultus, de movimientos lentos y que habita en bosques y regiones altas de nuestra isla.  Este espécimen se encontró en el Bosque Toro Negro de Orocovis.


   Otro gran proyecto del gobierno federal fue  el Observatorio de Arecibo.  Se construyó con una finalidad científica y se me antoja pensar que dentro del marco de lo que conocemos como la Guerra Fría, periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial donde Estados Unidos y Rusia constantemente se peleaban por dominar no solo la tierra sino el espacio  .  La consigna era: más grande y más lejos.    El Observatorio  fue el radiotelescopio más grande del mundo, pero a principios de esta semana y luego que se desprendieran dos cables, terminó por derrumbarse.  El sentimiento de pérdida es muy grande.  Múltiples iniciativas han surgido antes y después del colapso total para tratar, primero de salvar el Observatorio y posterior al derrumbe,  reconstruirlo.  La pregunta es si seremos capaces de mantener este templo de la ciencia una vez sea reconstruido.  

   Nuestra relación con los Estados Unidos continua y en el transcurso del tiempo, nos han desnudado los huracanes y nos han abofeteado los temblores.  También con el pasar del tiempo, las comunidades se fueron agrupando y  hoy día se han fortalezido.  Mantienen su ritmo y luchan día a día por preservar nuestro patrimonio.  Lo que nos queda, en gran parte, es lo que teníamos en el origen: nuestras playas y bosques.  Allí donde haya una comunidad fuerte y comprometida podemos estar seguros que nadie nos podrá quitar lo que siempre ha sido nuestro, la belleza de nuestros bosques y nuestras costas.   

   Lo que describo como consecuencia de nuestra condición colonial no es un juicio a favor o en contra, más bien una apreciación puramente anedótica.  Lo que sí me preocupa es si tendremos la energía para seguir manteniendo lo que hemos heradado, lo que se ha construido o lo que siempre tuvimos.   Al momento no tengo respuesta a la incógnita de si seremos capaces de reconstruir y mantener el Observatorio de Arecibo.  En lo personal, me gustaría pensar que SI.





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