Que no llegue Navidad......
Para muchos el tiempo de
Navidad es el más esperado y feliz. Pero para algunas mujeres este suele
ser el tiempo donde la guerra se recrudece. El tiempo libre, consumo de
bebidas alcohólicas y la falsa presunción de que la Navidad es sinónimo de
felicidad, no hace más que exacerbar la violencia. Para aquellas mujeres
que viven bajo una situación de maltrato, la Navidad se convierte en un
infierno.
Para el mes de mayo del
presente año se había reportado, en Puerto Rico, un total de 919 incidentes de violencia de
género. Debemos suponer que próximos a culminar el año esta cifra se haya
elevado. Hablamos de números y estadísticas, pero debemos pensar que detrás
de cada número hay una historia, un quebranto y muchas almas rotas.
Antes de que un hombre
levante la mano en contra de una mujer hubo una mirada, una comida sosa o
insuficiente, un pantalón ceñido, un pelo suelto o una simple sonrisa.
Cada uno de esos gestos fueron la excusa para pegar, romper ventanas, arrasar
con todo y luego cuando el coraje pasa, hacer sentir bien a la víctima para que disculpe, pero no olvide que el que manda en la casa es el hombre.
Es el mismo trato que reciben los animales cuando no cumplen las reglas del
amo. La mujer que sufre maltrato suele pensar que es su culpa, otras
comienzan a ver a su compañero como un ser atormentado producto de una crianza
cargada de malos tratos; entonces justifican su conducta y confían que con el
tiempo las cosas cambien para bien. Pero el tiempo pasa y nada cambia
para bien. Mientras tanto el cuerpo va inventariando golpes y el espíritu
se achica. Vale la pena entonces salir corriendo, recoger los pedazos rotos y
recomponerlos cuando la vida le brinde la oportunidad de saber que nadie,
absolutamente nadie posee la titularidad de su existencia.
Para una mujer
maltratada saber que ha llegado a un lugar seguro, lejos de su agresor, donde por
primera vez en mucho tiempo podrá dormir una noche entera, marcará una diferencia. Tenderse en una cama para ella sola y sentir
el tacto de una sábana blanca y limpia suele ser la primera sensación de alivio. Si
llega en Navidad al lugar donde la albergaron, de seguro sentirá un poco de
felicidad y con el pasar del tiempo habrá más navidades para ella. Se soltará el pelo, se vestirá con ese
pantalón roto y esa camisa plateada que tan bien le queda y no permitirá que
nadie más le haga daño.
Los albergues para mujeres
maltratadas luchan cada día por ofrecer a las víctimas una vida digna, a la que
tienen derecho. Las necesidades siempre
son las mismas: artículos de primera
necesidad, entre estos: sábanas y toallas. Si alguna vez la vida te pone en posición de
dar, recuerda la sábana blanca. Todas tenemos
derecho a una Feliz Navidad.
Muy bueno y muy real Maria Eugenia,un abrazo.
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