Cuando habla el viento y el agua






Después del huracán regresa la calma.  Parece que todo vuelve a la normalidad, de manera precaria al principio, debido a la falta de agua y luz eléctrica.   Luego, septiembre llega a su fin y el calendario parece ponerse de nuestra parte para poco a poco ir alejando la amenaza de los huracanes.  Esos huracanes que cada vez los sentimos más seguidos, más fuertes y destructivos.  Las señales que el clima nos está enviando, a nivel global, son claras e indicativas de que atravesamos por un periodo de cambio climático.  El clima en la Tierra no descansa nunca.  Precisamente son estos cambios los que dan origen a los grandes acontecimientos de nuestra historia.  Cada cambio supone una adaptación en las especies, cambios tecnológicos, sociales y culturales.

Hace cinco años la fuerza del viento nos habló.  La destrucción que dejó a su paso el huracán María nos presentó una radiografía precisa de la mala planificación y la pobre gestión de las agencias reguladoras que deben velar por cumplir las leyes y reglamentos que aseguren vida, propiedad y la preservación de nuestros recursos naturales.  En el transcurso de los pasados cinco años poco  o nada se hizo por enmendar las faltas y volvimos a presenciar la reconstrucción de lugares que fueron severamente afectados por este fenómeno atmosférico.  El hombre siempre ha creído que puede luchar y vencer a las fuerzas de la naturaleza, levantando  puentes, desviando quebradas y construyendo en lugares de hermosa belleza por su proximidad a los ríos y al mar.  

Hace dos semanas atrás llegó Fiona, cargada con la furia del agua.  Arrasó desde el monte a la costa, arrastrando en la corriente lo que encontraba a su paso.  Nuevamente se llevó puentes, casas, los alimentos que da la tierra y nuestros recuerdos.  Río abajo fueron nuestros trapos y nuestros vicios.   Nuevamente el fondo marino se llenó de basura.

Es importante, que antes y después  de un fenómeno atmosférico, protejamos nuestras cuencas hidrográficas.  Los lugares próximos a los ríos e inclusive aquellos por donde no circulan las aguas, deberían conservarse libres de  basura y escombros.  Las entidades gubernamentales y  municipales tienen que  estar más vigilantes a las actividades que todos sabemos ocurren en nuestros ríos y finalmente  aplicar las leyes y  reglamentos que existen y no se ponen en vigor.    

Como mencioné al principio, los cambios climáticos dan origen a grandes transformaciones.  Es momento de encontrar otra manera de ver a  nuestros ríos y playas.  Seamos también un poco nómadas, para entender mejor a la naturaleza, agudizando  nuestros sentidos.  Escuchemos  el habla del viento y del agua para que cuando nos azote otro huracán, el río  no  arrastre nuestras miserias; aquellas cosas que  vamos dejando desparramadas para formar la imagen de lo que somos: el ser más destructivo que habita en  la Tierra.



 


 

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